top of page
Buscar

Inspiración

  • Foto del escritor: Garbo Novel
    Garbo Novel
  • 27 jul 2020
  • 3 Min. de lectura

El reloj marcaba ya casi las once, y en el número 341 de la Avenida principal se encontraba todavía una luz encendida. En un cuarto, yacía frente al computador un joven escritor quien con avidez garabateaba dentro de su mente pequeñas historias. Un momento resolvía grandes misterios en compañía de dos curiosos detectives y al siguiente se entrevistaba con un enigmático vendedor de milagros. Pero por más fantásticas o alocadas que fueran sus ideas, por más poéticas que fueran sus líneas, no podía redactar nada remotamente coherente. Este era ya el vigésimo día que intentaba escribir, y de igual manera era el vigésimo día que odiaba cada palabra que tecleaba. Nada parecía encajar de la manera que quería, ni sus descripciones, ni sus diálogos. Sus personajes eran blandos en el mejor caso y una irrisoria caricatura en el peor.


La frustración se hacía paso al correr de los minutos. Y tras intentar un rato más, el joven decidió finalmente dar por terminada su sesión de ese día. Agobiarse al respecto no iba a solucionar nada, pensó. Caminó hasta su habitación y, ya bien recostado en su cama, reprodujo en su celular algunas de sus melodías favoritas. Al ritmo de suaves acordes de jazz reflexionó sobre su bloqueo creativo. ¿Por qué no podía escribir? ¿Acaso le faltaba talento? Intentó animarse recordando las palabras que su padre le había dicho un día y que lo habían inspirado a empezar sus esfuerzos creativos: “Tienes talento hijo. Sabes hilar tus ideas, si le echas ganas podrías terminar escribiendo una novela como las que tanto te gustan”. Recordó de igual manera la promesa que había hecho con su mejor amigo tan solo un mes antes: “Te estoy declarando mi rival de escritura, y más te vale no perder”.


Pero él ya se sentía derrotado, había perdido el duelo, había decepcionado a su padre, a su amigo y a sí mismo. ¿Por qué escribir se había convertido en un proceso tan insoportable? Tan solo unos meses atrás, había escrito unos cuantos ensayos escolares con una sonrisa en la cara. No importaba el tema o las dificultades, al final todo valía la pena, porque había creado algo suyo. Pero ahora, sus escritos eran todo, menos suyos; intentaba replicar tantas cosas dentro de sus obras: estilos, personajes e ideas. Era lo que les funcionaba a otros escritores, era el “camino seguro”. Y al fallar en lo más básico, no podía más que sentirse un inútil, un incompetente.


La canción cambió, hubo silencio por un momento. Del río de su inconsciente brotó una palabra, inspiración; y de la palabra, nació una pregunta, ¿cómo alcanzarla? Su memoria entonces se remontó a una noche de Septiembre dos años atrás. Se recordó sentado frente al computador, garabateando en su mente fragmentos de frases y temas para usar en su proyecto escolar. La frustración se hacía paso al correr de los minutos y tras intentar un rato más, finalmente se dio por vencido. Lo siguiente que vio fue a su madre, y su compasiva mirada: “No te agobies, ya te llegará la idea”, dijo tiernamente. Él respondió que no podía esperar a que la idea solo apareciera, no tenía más tiempo, debía terminar esa misma noche. “Busca entonces algo de lo que puedas hablar, haz tu proyecto de los temas que ya sabes”. Pero lo único que él sabía en ese momento era que redactar un monólogo era increíblemente complicado y frustrante. No le dio más rodeos y decidió escribir sobre eso, empezó con unas líneas y luego más, y más y más. Cual manantial brotaron las palabras y tan súbitamente como había empezado, vio su obra terminada.


Trajo entonces su mente de regreso al presente. Tal vez esa era la respuesta que tanto había buscado. Corrió apurado de nuevo hacia el computador, emocionado se sentó frente a la pantalla, y sostuvo sus dedos ligeramente sobre las teclas. De un momento a otro, todas sus emociones se agolparon en su mente. Tristeza, frustración, impotencia y también esperanza. Una breve oración se formó y sin más fluyeron desde sus dedos hacia la página las siguientes palabras: “El reloj marcaba ya casi las once, y en el número 341 de la Avenida principal se encontraba todavía una luz encendida…”



Entradas recientes

Ver todo
“Immer wieder gerne”

El tiempo une a todo lo que nos rodea, nos brinda un sin fin de posibilidades que ocurran en ciertos instantes. Uno debe de ver si en las...

 
 
 

Opmerkingen


La Biblioteca de Babel, creado con Wix.com

bottom of page